LA IGLESIA Y SU TAJADA EN LA FIESTA MENEMISTA
SOCIEDAD
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LA IGLESIA Y SU TAJADA EN LA FIESTA MENEMISTA
Estas cuentas de fondos reservados se computan aparte de los 12 millones anuales que en forma legal transfirió a la Iglesia Católica el ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, como parte de la obligación constitucional de sostener esa religión, y de los casi mil millones anuales que los ministerios de Educación de la Capital y las provincias aportan para el funcionamiento de 2200 colegios católicos en todo el país.
La cuestión fue suscitada esta semana por el responsable de asuntos sociales de la Iglesia, Carmelo Giaquinta, cuando dijo que “nos duele saber hoy que se pagaban sobresueldos en vez de generar empleos”. Giaquinta no puede ser acusado de doble mensaje. Durante su desempeño como presidente del Consejo de Asuntos Económicos del Episcopado pidió que se transparentaran los aportes estatales y que todos se canalizaran a través de la Secretaría de Culto. No encontró eco entre sus pares cuando propuso que la Iglesia renunciara al aporte estatal. Pero esta semana Giaquinta también dijo que poco había cambiado desde el derrumbe de 2001 y que la “pasividad ciudadana” era peor que la deuda pública, “que se puede renegociar, o las secuelas del terror de Estado de la dictadura, que se pueden llorar”.
Las transferencias legales fueron (y siguen siendo) de sumas fijas iguales para cada obispo. Cuando Menem dejó el gobierno eran de 2500 pesos, ahora de 4200 pesos mensuales.
En noviembre de 2000 el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se refirió al “trato preferencial, incluidas subvenciones financieras, que recibe la Iglesia Católica en comparación con otras confesiones, lo que constituye discriminación por razones religiosas en virtud del artículo 26 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”.
Pero el relator de la ONU para la libertad religiosa, el tunecino Abdelfattah Amor, también consignó que durante su visita de inspección a la Argentina le explicaron que el sostenimiento del culto fue incluido en la Constitución para compensar la expropiación de propiedades eclesiásticas por el presidente Bernardino Rivadavia hace dieciocho décadas.
En cambio las transferencias que se pagaron con Aportes del Tesoro Nacional beneficiaron sólo a algunos prelados y sus sumas fueron variando según las conveniencias del gobierno nacional en cada momento.
Los principales fueron los obispos:
Antonio Baseotto y
Juan Rodolfo Laise (1,5 millón cada uno),
Raúl Francisco Primatesta,
Rubén Héctor Di Monte y
Alfredo Guillermo Disandro (1,2 millón cada uno),
Italo Di Stéfano (1,1 millón),
Martín de Elizalde (un millón),
Norberto Martina (630.000) y
Rómulo García (300.000).
Estos obispos, más Antonio Quarracino y Desiderio Colino, fueron el núcleo básico de apoyo eclesiástico al gobierno de entonces, con el respaldo del ex Nuncio Vaticano, Ubaldo Calabresi, y la coordinación de Esteban Caselli, funcionario en distintos cargos en los gobiernos nacional y provincial de Menem, Eduardo Duhalde y Carlos Rückauf.
La Iglesia sabía que ese sistema sigiloso era incorrecto. Así lo hizo público en 1998 el obispo Rafael Rey, quien estaba a cargo de la organización de beneficencia “Caritas”. Rey dijo que el entonces ministro del Interior, Carlos Corach, le había ofrecido entregarle para sus obras de caridad 300.000 pesos por mes. Pero “no queremos dinero por debajo de la mesa”. Rey reclamó “que las donaciones sean transparentes tanto en su origen como en su aplicación”. No era el caso. El responsable de “Caritas” fue invitado por Caselli a reunirse con Corach luego de haber afirmado que eran mentirosas las cifras de pobreza citadas por Menem (quien pugnaba por forzar la interpretación constitucional para obtener una nueva rrreelección). En contestación a la protesta de Rey, Caselli dijo que “Caritas” también había recibido dinero del gobierno, por lo que no debía extrañarse por el ofrecimiento de una cuota mensual. En los registros del ministerio del Interior figura “Caritas” de Entre Ríos con 900 mil pesos recibidos en 1994 y también el Obispado de Zárate-Campana, que ocupaba Rey, con partidas por 150 mil pesos. El episodio terminó con la remoción del secretario de Culto, Angel Centeno, quien propiciaba que la relación entre el gobierno y la Iglesia fuera de autonomía y cooperación, con mutuo respeto y no manipulación.
También la revista Criterio, que desde su creación en la tercera década del siglo pasado expresó en forma extraoficial las posiciones del Episcopado, dijo que se hacían pagos por debajo de la mesa, como parte de una política “del amiguismo y de la dádiva”, de la que “el dinero no ha faltado”. Si en muchos casos el dinero se emplea “en obras encomiables, como la construcción de templos o seminarios”, la revista se preguntó “por qué no puede hacerse lo mismo abiertamente, como se espera de los hijos de la luz”. Agregó Criterio que sólo una minoría se prestaba a esa política. Es verdad que uno de cada diez obispos se beneficiaron de ese modo. Pero sólo uno declinó el ofrecimiento e hizo conocer su repudio. Dos meses después del episodio con Rey, Menem intentó congraciarse con la Iglesia por medios inmateriales, al crear por decreto un “Día del Niño por Nacer”, para lo cual atribuyó a la Constitución reformada en 1994 la condena del aborto que su gobierno promovió y los convencionales rechazaron. Entre quienes le contestaron estuvo su exposa, Zulema Yoma, quien contó que Menem la había acompañado a abortar.
La plegaria fue oída: en agosto Manzano reemplazó a Julio Mera Figueroa y de inmediato hizo la primera transferencia, de medio millón de pesos. En la primera semana de noviembre, Menem se presentó sin previo aviso en la sede donde sesionaba la Asamblea Plenaria en San Miguel y al retirarse negó cualquier discrepancia con la Iglesia aunque dijo que le pidieron “un poco más de acción en el campo social”. El presidente había dicho que “en la Argentina no trabaja el que no quiere”. Al recibir a Menem, Quarracino destacó que “los más humildes” lo besaban y aclamaban. No sólo ellos: el presidente también se despidió del cardenal arzobispo de Buenos Aires con ese beso en la mejilla que en la última década se ha generalizado en la Argentina y que tanto llama la atención a los extranjeros. Ogñéñovich alabó a Menem ante sus pares y cuando se fue lo despidió con un aplauso.
Ogñéñovich llevó esa relación al terreno de los negocios. Su hermano Danilo fue designado miembro del directorio del PAMI que encabezó la hoy injustamente olvidada Matilde Sbatetz de Menéndez. Todos ellos terminaron procesados por defraudación y violación de los deberes de los funcionarios públicos, por haber utilizado en préstamos a particulares amigos y sin garantías suficientes los excedentes por 17 millones de pesos que según la legislación deberían haber depositado en plazos fijos en bancos oficiales. Sólo se recuperó una parte de ese dinero. Cuando se volvió a reunir, en abril de 1992, la Asamblea Plenaria no emitió el documento crítico que atemorizaba al gobierno sino apenas un comunicado de prensa con genéricas expresiones de deseos sobre “honestidad, eficiencia y sensibilidad para con los más desamparados”. Durante la última plenaria de 1992, Primatesta hizo pública una llamativa reflexión. “¿Hay corrupción en la Iglesia? Depende de lo que se entienda por corrupción, porque si soy permisivo estoy alentando y aprobando la corrupción y no corrigiéndola.” Ese año fue el mejor remunerado para los obispos de confianza.
El precio de la amistad:
En junio de 1997, Menem llegó a ofrecer al abogado del Opus Dei y embajador en el Vaticano, Francisco Eduardo Trusso, la oficina de Etica Pública. Antes de que llegara a asumir estalló el escándalo de su banco, que involucró gravemente al cardenal Quarracino. Esto mermó la influencia del grupo en el Vaticano y permitió que la nueva conducción episcopal (integrada por obispos no sobornables, como Estanislao Karlic, Bergoglio y Eduardo Mirás) intentara asumir la distancia del poder que la Iglesia no tuvo durante los años de Quarracino.
Según el presbítero cordobés José Guillermo Mariani la aceptación pasiva de todo el Episcopado a los sobresueldos con fondos reservados, se debió al apoyo de Menem a las posiciones del Vaticano y de los estados teocráticos musulmanes en la Cumbre sobre los Derechos de la Mujer realizada en Beijing en 1995. “Todo fue desde entonces muestras de amistad y reconocimiento eclesiástico” a Menem, escribió esta semana. A su juicio “las reacciones (eclesiásticas de los últimos meses) no responden evidentemente a los problemas que aparecen, sino a una disimulada actitud de resentimiento por no conservarse la situación de privilegio y amistad oficial con los dignatarios eclesiásticos, cultivada en la gestión precedente”, sostiene Mariani, ahora de 77 años, quien el año pasado confesó haber caído en su juventud en la tentación del sexo.
Durante la campaña electoral por la gobernación de Buenos Aires, Rückauf movilizó a los obispos amigos en su apoyo, luego de acusar a su oponente, Graciela Fernández Meijide de “atea, anticristiana y abortista”. Martina lo elogió por oponerse al aborto; Ogñéñovich apareció en un aviso de campaña de Rückauf y fustigó a Fernández Meijide; Laise emitió un documento laudatorio y Baseotto dijo que su actitud era encomiable. Rückauf distribuyó copias de todas esas declaraciones, más otras de Di Stéfano, de Elizalde y Mario Maulión, quienes, sin nombrar a Rückauf, exhortaron a votar por los candidatos que apoyaran las posiciones eclesiásticas. Maulión es el único de esa lista que no recibió ATN del ministerio del Interior. Duhalde y su esposa fueron los únicos dirigentes políticos que respaldaron a Rückauf en esa cruzada.
Pocos días antes de dejar el gobierno, a fines de noviembre de 1999, Menem hizo una sorprendente revelación. Dijo que había consultado con Juan Pablo II el indulto a los militares procesados y condenados por crímenes de lesa humanidad y que al Papa “le pareció una medida que tendía a la pacificación de la Argentina”. No reveló por qué medio se habría efectuado la consulta. También dijo que lo había analizado “con todos los jerarcas de la Iglesia”. Se sabía hasta entonces que Quarracino propuso cuando concluía la dictadura tender un manto de olvido sobre sus crímenes, lo cual motivó una dura respuesta de los organismos de derechos humanos. También era conocida la preparación de una denominada “misa de la reconciliación”, que Ogñéñovich se proponía celebrar en la basílica de Luján. Pero el involucramiento directo del Papa fue una novedad absoluta. Nadie, ni en el Vaticano ni en la Argentina lo confirmó ni lo desmintió.
LA TIERRA PROMETIDA DE ALFREDO COTO
Acaso para despejar toda duda sobre lo oportuno de la inversión, Sol Inversiones contrajo una nueva deuda por hipoteca de 6 millones de dólares, el 8 de julio de 1998, según la escritura número 224, firmada ante el escribano José M.R. Orelle -el escribano del hipermercadista-, momento en el que el inmueble fue vendido definitivamente a GEPAL S.A, propiedad, de Coto.
El proyecto de Ley ingresó en la Cámara de Senadores el 21 de noviembre de 1997, pero fue sancionado definitivamente -tras su aprobación en Diputados- el 26 de noviembre de 1998. El Poder Ejecutivo la promulgó el 4 de enero del 99, con las firmas de los Presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado, Alberto Pierri y Eduardo Menem, respectivamente y el texto fue publicado en el Boletín Oficial el 7 de enero del mismo año.
Casualmente el autor de dicho proyecto fue el ex - senador del PJ por la provincia de Mendoza, Eduardo Bauzá, hombre de confianza del ex presidente. En los fundamentos, Bauzá aseguraba que con esta donación de tierra "el Obispado de San Justo contribuirá a paliar en parte el déficit habitacional de la zona, creará mano de obra genuina, colaborando en la merma del índice de desocupación que aqueja a nuestro país y seguirá brindando su atención espiritual a la comunidad que cobija".
Llamativamente el proyecto fue aprobado en una de esas sesiones maratónicas de fin de año en las que se votan paquetes enteros a mano alzada y sin mayor revisión. Aunque resultaba evidente que el obispado de San Justo, en tanto expresión de la Iglesia argentina, nada tenía que ver con una empresa constructora ni era capaz de enfrentar semejante cargo, a nadie pareció importarle.
Tampoco llamó la atención que el cargo dispuesto en la norma no contemplara un plazo de cumplimiento efectivo, ni que el bien haya pasado formalmente a manos de la Iglesia tan solo un mes después de su publicación en el Boletín Oficial.
Nunca en la historia del mercado inmobiliario una operación se realizó de manera tan eficiente: a tan sólo siete días de la escrituración del bien a nombre del Obispado, el 17 de febrero, el mismísimo monseñor Jorge Arturo Meinvielle y don Alfredo Coto, firmaron un boleto de compra-venta sobre el mismo inmueble. Nueve meses más tarde, el 2 de noviembre del 99, Menvielle vendió definitivamente el predio a la empresa GEPAL S.A., firma que pertenece como es sabido, a Coto, de acuerdo a la escritura firmada por el ya mentado escribano Dr. José M. R. Orelle .
A la fecha, la empresa propietaria de las tierras, GEPAL S.A, no cumplió con el cargo y ningún funcionario de las áreas de control del Estado ha intervenido. Evidentemente, por la proximidad de las fechas, tanto los promotores de la donación como sus favorecidos directos -el Obispado- e indirectos -GEPAL S.A./COTO-, actuaron en complicidad y se beneficiaron mutuamente. Sin duda, perdieron los mismos de siempre, los sectores de "la población con bajos recursos", que aún esperan las viviendas económicas.
La diputada santafesina Alicia Tate, secretaria general del Bloque Radical, presentó este año un proyecto de Ley para revocar la donación, explicando en sus fundamentos que "no se construyó en el lugar ni una sola vivienda en las 15 hectáreas, valuadas hoy en el mercado inmobiliario en cerca de 20 millones de dólares, que pasaron a manos de GEPAL S.A., empresa de Alfredo Coto, a tan sólo 10 días de firmada la escritura de donación". "Los hechos se encadenaron tan velozmente que hasta el más despistado tendría preguntas para hacer al respecto", afirmó la diputada santafesina.
La iniciativa cuenta con el acompañamiento de los bloques del ARI y del Socialismo y lo firman los diputados nacionales Fernando Chironi (UCR, Río Negro), Elisa Carrió, Eduardo Macaluse y Marcela Rodríguez (ARI, Capital), Eduardo Di pollina (PS, Capital), Patricia Panzoni (UCR, Buenos Aires), Susana García (ARI, Santa Fe) y Laura Sesma. (PS, Córdoba).
EL SOCIO JUSTO
JORGE ARTURO MEINVIELLE.
En un artículo publicado por Horacio Verbitsky titulado "Los obispos de confianza de Menem también cobraron sobresueldos", se encuentran algunos antecedentes de Menvielle: "Entre 1991 y 1999 un reducido grupo de obispos de la Iglesia Católica Apostólica Romana recibió por lo menos 29 millones de pesos ´por debajo de la mesa´, según la expresiva calificación del único prelado que rechazó esa dádiva arguyendo que no era tan transparente".
2 comentarios:
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