2007-01-18

Cambalache Hipocresías y apariencias

Domingo 14 de Enero de 2007

Cambalache

Hipocresías y apariencias

Por Enrique Pinti

En mi niñez se denominaba fallutería; en mi adolescencia, incoherencia; en mi juventud, contradicción; en mi adultez, doble discurso, y ahora en ésta… digamos... madurez, vuelvo a nombrarla fallutería chanta de acomodaticios sin pudor.

Los políticos son los más notables por su exposición mediática, pero no son los únicos en desplegar teorías opuestas como si fueran afines. De hecho, la doble moral es un lugar común en las relaciones sociales y/o familiares.

"Yo sé que tú sabes que yo sé" es el código impuesto a lo largo de siglos de hipocresía, una hipocresía de la que no estamos exentos casi ninguno. A veces no hay más remedio que callar alguna verdad que pueda ofender a seres queridos o temidos. La suegra y el jefe, el cónyuge y el amigo requieren especial cuidado. Pero no es la "buena educación" lo que produce el doble discurso de prohibir a los hijos lo que los padres hacen.

Es lógico proteger a los inexpertos y contarles los errores que dejaron un resultado nefasto. Pero eso no justifica las peroratas de seudomoralidad mientras se transgreden todas las normas en privado. Virtudes públicas y vicios privados han jalonado con manchones vergonzosos la historia. Ministros ultraconservadores manteniendo relaciones ardientes con muchachas ligeras de cascos. Alarmante número de religiosos supuestamente castos enredados en escándalos de acoso, violación y estupro de cuanto sexo se les cruce en el camino al confesionario; drogas prohibidas en congresos y altas cámaras legislativas, jueces coimeados y funcionarios socios de garitos y lupanares forman la cadena de vergüenza y barro que tiñe la crónica diaria con el amarillo escandaloso del chismerío.

El gran desafío es vivir de acuerdo con lo que se dice y predica. ¿Creés en el matrimonio como institución? ¡Casate! ¿No creés? ¡No te cases! Así de fácil y así de difícil. ¿Juraste fidelidad? ¡Sé fiel! ¿Ni mamado se te ocurriría prometer semejante cosa? No jures, hablá claro y que te tomen o te dejen, pero no mientas para que te tomen y después te quejes porque te dejaron.

Y si hay algo que "no te cierra" en cualquiera de tus conductas, si hay cosas que "te hacen ruido", cambiá, intentá modificar lo que no te gusta y, si no podés, viví de frente mostrándote tal cual sos, y más tarde o más temprano terminarán aceptándote con tus limitaciones, que, al ser expuestas con claridad y honestidad, acabarán por convertirse en cuasi virtudes. Cualquier cosa será preferible al doble juego de la hipocresía.

Escandalizarse por la moral ajena ha sido el pasatiempo predilecto de mediocres y superficiales que tratan de entretenerse con el prójimo y sus miserias para olvidar las propias, a menudo mayores que las ajenas.

Cada tanto, algún asesinato con ingredientes sexuales o pasionales sacude la monotonía y abre las puertas de los infiernos personales de mucha gente, que debería sentir un poco de piedad por la víctima –sea quien sea– y no tratar de justificar la muerte con el "algo habrá hecho" o el "se lo buscó" o el "así terminan los que empiezan mal".

Piedad para el que cae y, sobre todo, recordar que nadie puede tirar la primera piedra, aunque esté libre de ese pecado, pues tendrá seguramente otros. Y ¿por qué no? hay que pensar también que muchísimas veces las apariencias son sólo eso y forman una cadena de malentendidos difíciles de desentrañar. La realidad es mucho menos complicada que una telenovela. No deberíamos olvidarlo al juzgar a los otros.

El autor es actor y escritor

Revista

http://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/suplementos/revista/nota.asp?nota_id=873906

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