2007-01-03

Preguntémonos entonces de qué manera interpretan su realidad los argentinos.

“Yo sé con qué ganzúa piantaron tus hazañas”

¿Cómo pudo un país que tuvo índices de alfabetización más altos que los de Europa, que tuvo una universidad ejemplar y que alumbró una edad de oro científica, deslizarse hasta las fronteras de la africanización?

http://www.boletinargentino.com/index.php?p=929#more-929

Marcelino Cereijido, científico y autor de ensayos notables como “La nuca de Houssay”, “La ignorancia debida” y “La muerte y sus ventaja”, explica su hipótesis: un galopante analfabetismo científico.

A los científicos nacidos en la Argentina, pero que nos ganamos la vida en la Provincia Argentina de Ultramar con la formación que el país nos dio gratuitamente, cada visita a la patria nos sume en reflexiones que duran semanas.

Si andamos optimistas, la entrevemos como una masa viva, tachonada por un archipiélago de oscurantismo que la hiere pero por suerte no ha logrado matarla. En cambio, cuando andamos mufados la vemos como desde un avión nocturno: todo oscuro y con uno que otro islote iluminado por físicos, químicos, matemáticos, psicoanalistas, literatos, plásticos, cineastas de calibre internacional, que sólo pueden formar los pueblos que se siguen resistiendo a que se los africanice.
A principios de noviembre estuve unos días por allá y, si bien me alegró constatar que mis paisanos se están recuperando económicamente, me amargó que el analfabetismo científico endémico siga convirtiendo a los argentinos en pajueranos del Primer Mundo.
Sólo el Primer Mundo (10/15% de la humanidad) tiene ciencia, interpreta la realidad “a la científica”, y puede inventar, producir, vender, tener, imponer. Pero la Argentina pertenece a un Tercero, donde la gente produce, viaja, se comunica, computa, se cura y se viste con aparatos, vehículos, teléfonos, redes informáticas, medicamentos y ropas que inventaron los del Primero, y por supuesto la somete a un via crucis económico, trifulcas intestinas y estrujes geopolíticos.
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¿Acaso la manera de interpretar la realidad puede cambiar la vida diaria del desempleado con la panza vacía?
Por supuesto.

Y dado que un coche es tan parte de la realidad como Saturno y los fósiles de gliptodonte, para hacer un tanto más accesible mi argumento, voy a suponer que se ha descompuesto y hay dos mecánicos. El primero, con una manera de interpretar la realidad “a la católica” (la visión del mundo que predomina en la Argentina) le pega una estatuita de San Divieto di Sosta, una vela sobre el capot, e invita al cliente a arrodillarse a su lado y rezarle al santo para que componga su catramina. En cambio el segundo, con una manera de interpretar la realidad “a la científica”, invoca leyes de la mecánica, y se abstiene de apelar a variables místicas.

Adivinanza: ¿cuál cree usted que va a conservar su trabajo? Puesto que el ejemplo resulta demasiado irreal, reemplacemos al mecánico “a la católica” con obreros haciendo cola frente a la Iglesia de San Cayetano, para rogarle que les consiga trabajo, y en lugar del mecánico que interpreta la realidad “a la científica” imaginemos cámaras empresariales y sindicatos que recurren a universidades y centros de investigación, financian proyectos, y establecen sistemas de becas para que se desarrollen sustitutos locales avanzados y especialistas en disciplinas de las que dependen sus industrias y empleos.

Preguntémonos entonces de qué manera interpretan su realidad los argentinos. "

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