NO ES MOMENTO DE CEDER AL CHANTAJE
“No es el momento de ceder al chantaje”
Será el primer juicio oral que pondrá sobre el tapete la complicidad de lglesia Católica con las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura.
Los testigos en el próximo juicio toman precauciones pero dicen que irán a contar su historia.
En pleno choque con la Iglesia, el siguiente juicio contra represores de la dictadura es el del capellán policial Von Wernich.
Los testigos admiten estar “reviviendo su historia” por la desaparición de López, pero no van a ceder.
-Padre, no quiero morir –le dijo Néstor Bozzi, abatido después de la tortura, al cura Christian Von Wernich.
–Hijo mío, la vida de los hombres depende de Dios y de tu colaboración –contestó, imperturbable, el capellán de la Policía Bonaerense.
Bozzi está desaparecido. Luis Velasco, que estaba detenido en el mismo centro clandestino y escuchó el diálogo, sobrevivió y puede contarlo. Su testimonio será central en el que se perfila como el próximo juicio por los crímenes de la última dictadura y que pondrá al párroco en el banquillo. “Más allá del miedo, no es el momento de ceder al chantaje”, dice Velasco, quien se confiesa afectado por la desaparición de Jorge Julio López, el albañil que testificó contra el represor Miguel Etchecolatz, aunque “decidido a ir a declarar”.
Otros testigos de la causa contra Von Wernich contaron cómo se preparan entre sensaciones de “shock”, “desazón” y la “reactualización” de lo vivido, pero con la certeza de que “al terrorismo no se le puede responder replegándose”.
Von Wernich será juzgado por su complicidad en 45 casos de privación ilegal de la libertad y torturas, por su participación en tres homicidios y por la apropiación de la hija de una pareja desaparecida. Así lo planteará el fiscal de La Plata Sergio Franco, quien elevará el expediente dentro de dos o tres semanas . Será el primer juicio oral que pondrá sobre el tapete la complicidad de lglesia Católica con las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura.
Hasta ahora sólo una de las sobrevivientes que tendrá que declarar en las audiencias les dijo a sus abogados de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) que quiere protección para ella y para sus hijos. La mujer, que prefiere que no se conozca su nombre, pidió custodia y los métodos que haya para sentirse a resguardo y testificar tranquila.
Durante la investigación sobre el papel de Von Wernich en el terrorismo de Estado, varios testimonios lo describieron como el capellán de la policía de Ramón Camps y de Miguel Etchecolatz que visitaba los centros clandestinos simulando dar “asistencia espiritual” a los detenidos, cuando en realidad iba a sacarles información y a torturarlos psicológicamente. También buscaba disuadir a las familias que denunciaban desapariciones.
Omnipresente
Después de la primera sesión de torturas Luis Velasco, que tenía 20 años, se topó con Von Wernich en la brigada de investigaciones de La Plata. Era julio de 1977. El sacerdote le puso una mano en el pecho y se burló: “Uy, te quemaron los pelitos”. Velasco pasó otro tramo de su detención en Arana, en el Pozo de Banfield y en la Comisaría 5a. En todos lados reaparecía el capellán. “Tuve una relación extraña con él –repasa–. La primera vez que lo vi trató de demostrarme que sabía mucho de mí y de mis hermanos. Me puse muy nervioso y me dijo ‘tranquilo, soy primo de Monona’, la mujer de mi tío. Tenía una foto mía, que le había dado mi familia creyendo que iba a localizarme. Nunca les dijo nada”, cuenta.
“A mí me sorprendía que el tipo daba su nombre. Una vez le pregunté qué sentía cuando veía torturar y me dijo que nada. También tuvimos una discusión porque él decía que no debíamos odiar porque nos hubieran torturado”, recuerda. En otro de los diálogos siniestros que Luis presenció y ahora trae a la memoria, Héctor Baratti, quien había sido detenido junto con su mujer Elena de la Cuadra, que estaba embarazada, le dijo a Von Wernich: “¿Qué culpa tiene mi hija de haber nacido en cautiverio?” La respuesta, cuenta Velasco, fue: “Los hijos tienen que pagar la culpa de los padres y no se los vamos a dar a los abuelos para que críen terroristas como ustedes”.
Luis se fue del país poco después de recuperar la libertad. Vive en España, desde donde habla con Página/12. Tenía planeado venir de visita en estos meses “pero no voy a ir ahora, estoy con miedo con la desaparición de López”, confiesa. “Evidentemente la situación está tensa y todo se concentra en el próximo juicio”, dice. “Soy consciente de que la mayoría de los cargos contra Von Wernich se basan en mi testimonio, es un duro honor que me toca. Tengo presiones familiares para no declarar, pero siempre lo hice y no voy a dejar de hacerlo. Pienso pedir protección y viajar. Más allá del miedo no es momento de ceder al chantaje”, se planta.
Osvaldo Papaleo conoció a Von Wernich durante su detención en Puesto Vasco, entre marzo y octubre de 1977. “No era un curita guacho, era un hijo de puta. Cuando volvió la democracia andaba en un BMW. Era un jetón, en el Puesto venía a hablarnos en grupo o individualmente. Decía que el país estaba en una guerra. Defendía la dictadura, a Camps, y tenía discurso antisemita”, describe Papaleo. Para él “es de sentido común” declarar al juicio oral contra Von Wernich. “Es un compromiso con la sociedad mantener nuestros dichos y tratar de que se condene a los represores. No podemos dejar que un pedazo de la historia no se cuente”, advierte.
Durante el Juicio por la Verdad en la Plata, Papaleo sostuvo: “Von Wernich no venía en función de ser asesor espiritual (…) venía en función de interrogador (…) conocía las declaraciones nuestras sacadas bajo tortura”. Convencido de volver a testificar le dice a este diario: “Yo declaro lo que vi y lo que sé. Cuando uno pasó por un campo de concentración queda vacunado contra el miedo”, dice. “Me sensibiliza la situación con López, me confunde un poco, pero no lo siento como un peligro inminente”, señala.
Juan Ramón Nazar tiene 75 años, sólo dos menos que Jorge Julio López. Desde que comenzó la búsqueda del albañil, se pega a la radio todas las mañanas. “Siento desazón. Se me reactualiza todo lo vivido y con los días empiezo a temer que esto tenga las mismas características de lo que viví hace treinta años”, dice apesadumbrado. Nazar fue secuestrado en julio de 1977. Acababa de llegar a su casa después de cerrar la edición del diario La Opinión de Trenque Lauquen que dirigía y aún dirige. “Mi posición era crítica hacia la dictadura militar, no anduve con condescendencias”, explica.
Las primeras cuarenta y ocho horas estuvo en una celda, vendado, sin que nadie le dijera nada. Luego lo llevaron a Puesto Vasco, donde se encontró con Jacobo Timerman “que cuando lo liberaron me dejó un pullover, un par de medias y una toalla”, rememora con afecto.
En ese centro clandestino Nazar recibió la “visita” de Von Wernich. “Yo estaba en una celda de dos por uno y de pronto apareció un sacerdote con sotana. Dijo que venía a verme porque había sido cura en mi zona, 25 de Mayo. Que venía a darme auxilio espiritual. Le contesté que no comprendía su presencia, visitando a un desaparecido, y que no necesitaba ese auxilio en circunstancias tan irregulares. Fue un diálogo tenso, nunca volvió”, relata.
A Nazar lo liberaron después de catorce meses. Recién supo quién era el capellán cuando se presentó en la Conadep y le mostraron una foto. “Estoy dispuesto a declarar ante la Justicia cuantas veces sea necesario. No tengo miedo de hacerlo ni voy a pedir protección. Lo que tengo es preocupación”, asegura.
Sin miedo
María Mercedes Molina nació en la Brigada de Investigaciones platense en abril de 1977. Su mamá, Liliana Galarza, estudiante de arquitectura, está desaparecida. Cuando se enteró de que Von Wernich la había bautizado, sintió “mucho asco”. “Me da asco cada día de mi vida, es algo que me terminó de convencer de que yo no era parte de la Iglesia católica”, dice. En la ceremonia, según algunos testimonios, estuvieron Camps y el ex comisario Etchecolatz. A Mercedes sus abuelos lograron sacarla del centro clandestino y por su abuelo supo que el capellán “les mentía a los familiares, les decía que no hicieran ruido, que no preguntaran ni presentaran hábeas corpus, ya que se estaban exiliando y los podrían perjudicar. Mis abuelos eran creyentes y confiaban en Von Wernich, hacían todo lo que les decía.” Mercedes es querellante en el juicio que se hará contra el sacerdote y todo indica que tendrá que declarar. “La situación por la desaparición de López me tiene shockeada, reaviva la historia. Pero no tengo miedo. Empiezo a pensar que algo pasó, que se busca amedrentar, para que testigos y querellantes nos quedemos quietos”, analiza. “Espero que esto no frene los avances de la Justicia. Al terrorismo no se le puede responder replegándose”.
Irina Hauser
http://www.boletinargentino.com/index.php?p=909#more-909
Será el primer juicio oral que pondrá sobre el tapete la complicidad de lglesia Católica con las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura.
Los testigos en el próximo juicio toman precauciones pero dicen que irán a contar su historia.
En pleno choque con la Iglesia, el siguiente juicio contra represores de la dictadura es el del capellán policial Von Wernich.
Los testigos admiten estar “reviviendo su historia” por la desaparición de López, pero no van a ceder.
-Padre, no quiero morir –le dijo Néstor Bozzi, abatido después de la tortura, al cura Christian Von Wernich.
–Hijo mío, la vida de los hombres depende de Dios y de tu colaboración –contestó, imperturbable, el capellán de la Policía Bonaerense.
Bozzi está desaparecido. Luis Velasco, que estaba detenido en el mismo centro clandestino y escuchó el diálogo, sobrevivió y puede contarlo. Su testimonio será central en el que se perfila como el próximo juicio por los crímenes de la última dictadura y que pondrá al párroco en el banquillo. “Más allá del miedo, no es el momento de ceder al chantaje”, dice Velasco, quien se confiesa afectado por la desaparición de Jorge Julio López, el albañil que testificó contra el represor Miguel Etchecolatz, aunque “decidido a ir a declarar”.
Otros testigos de la causa contra Von Wernich contaron cómo se preparan entre sensaciones de “shock”, “desazón” y la “reactualización” de lo vivido, pero con la certeza de que “al terrorismo no se le puede responder replegándose”.
Von Wernich será juzgado por su complicidad en 45 casos de privación ilegal de la libertad y torturas, por su participación en tres homicidios y por la apropiación de la hija de una pareja desaparecida. Así lo planteará el fiscal de La Plata Sergio Franco, quien elevará el expediente dentro de dos o tres semanas . Será el primer juicio oral que pondrá sobre el tapete la complicidad de lglesia Católica con las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura.
Hasta ahora sólo una de las sobrevivientes que tendrá que declarar en las audiencias les dijo a sus abogados de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) que quiere protección para ella y para sus hijos. La mujer, que prefiere que no se conozca su nombre, pidió custodia y los métodos que haya para sentirse a resguardo y testificar tranquila.
Durante la investigación sobre el papel de Von Wernich en el terrorismo de Estado, varios testimonios lo describieron como el capellán de la policía de Ramón Camps y de Miguel Etchecolatz que visitaba los centros clandestinos simulando dar “asistencia espiritual” a los detenidos, cuando en realidad iba a sacarles información y a torturarlos psicológicamente. También buscaba disuadir a las familias que denunciaban desapariciones.
Omnipresente
Después de la primera sesión de torturas Luis Velasco, que tenía 20 años, se topó con Von Wernich en la brigada de investigaciones de La Plata. Era julio de 1977. El sacerdote le puso una mano en el pecho y se burló: “Uy, te quemaron los pelitos”. Velasco pasó otro tramo de su detención en Arana, en el Pozo de Banfield y en la Comisaría 5a. En todos lados reaparecía el capellán. “Tuve una relación extraña con él –repasa–. La primera vez que lo vi trató de demostrarme que sabía mucho de mí y de mis hermanos. Me puse muy nervioso y me dijo ‘tranquilo, soy primo de Monona’, la mujer de mi tío. Tenía una foto mía, que le había dado mi familia creyendo que iba a localizarme. Nunca les dijo nada”, cuenta.
“A mí me sorprendía que el tipo daba su nombre. Una vez le pregunté qué sentía cuando veía torturar y me dijo que nada. También tuvimos una discusión porque él decía que no debíamos odiar porque nos hubieran torturado”, recuerda. En otro de los diálogos siniestros que Luis presenció y ahora trae a la memoria, Héctor Baratti, quien había sido detenido junto con su mujer Elena de la Cuadra, que estaba embarazada, le dijo a Von Wernich: “¿Qué culpa tiene mi hija de haber nacido en cautiverio?” La respuesta, cuenta Velasco, fue: “Los hijos tienen que pagar la culpa de los padres y no se los vamos a dar a los abuelos para que críen terroristas como ustedes”.
Luis se fue del país poco después de recuperar la libertad. Vive en España, desde donde habla con Página/12. Tenía planeado venir de visita en estos meses “pero no voy a ir ahora, estoy con miedo con la desaparición de López”, confiesa. “Evidentemente la situación está tensa y todo se concentra en el próximo juicio”, dice. “Soy consciente de que la mayoría de los cargos contra Von Wernich se basan en mi testimonio, es un duro honor que me toca. Tengo presiones familiares para no declarar, pero siempre lo hice y no voy a dejar de hacerlo. Pienso pedir protección y viajar. Más allá del miedo no es momento de ceder al chantaje”, se planta.
Osvaldo Papaleo conoció a Von Wernich durante su detención en Puesto Vasco, entre marzo y octubre de 1977. “No era un curita guacho, era un hijo de puta. Cuando volvió la democracia andaba en un BMW. Era un jetón, en el Puesto venía a hablarnos en grupo o individualmente. Decía que el país estaba en una guerra. Defendía la dictadura, a Camps, y tenía discurso antisemita”, describe Papaleo. Para él “es de sentido común” declarar al juicio oral contra Von Wernich. “Es un compromiso con la sociedad mantener nuestros dichos y tratar de que se condene a los represores. No podemos dejar que un pedazo de la historia no se cuente”, advierte.
Durante el Juicio por la Verdad en la Plata, Papaleo sostuvo: “Von Wernich no venía en función de ser asesor espiritual (…) venía en función de interrogador (…) conocía las declaraciones nuestras sacadas bajo tortura”. Convencido de volver a testificar le dice a este diario: “Yo declaro lo que vi y lo que sé. Cuando uno pasó por un campo de concentración queda vacunado contra el miedo”, dice. “Me sensibiliza la situación con López, me confunde un poco, pero no lo siento como un peligro inminente”, señala.
Juan Ramón Nazar tiene 75 años, sólo dos menos que Jorge Julio López. Desde que comenzó la búsqueda del albañil, se pega a la radio todas las mañanas. “Siento desazón. Se me reactualiza todo lo vivido y con los días empiezo a temer que esto tenga las mismas características de lo que viví hace treinta años”, dice apesadumbrado. Nazar fue secuestrado en julio de 1977. Acababa de llegar a su casa después de cerrar la edición del diario La Opinión de Trenque Lauquen que dirigía y aún dirige. “Mi posición era crítica hacia la dictadura militar, no anduve con condescendencias”, explica.
Las primeras cuarenta y ocho horas estuvo en una celda, vendado, sin que nadie le dijera nada. Luego lo llevaron a Puesto Vasco, donde se encontró con Jacobo Timerman “que cuando lo liberaron me dejó un pullover, un par de medias y una toalla”, rememora con afecto.
En ese centro clandestino Nazar recibió la “visita” de Von Wernich. “Yo estaba en una celda de dos por uno y de pronto apareció un sacerdote con sotana. Dijo que venía a verme porque había sido cura en mi zona, 25 de Mayo. Que venía a darme auxilio espiritual. Le contesté que no comprendía su presencia, visitando a un desaparecido, y que no necesitaba ese auxilio en circunstancias tan irregulares. Fue un diálogo tenso, nunca volvió”, relata.
A Nazar lo liberaron después de catorce meses. Recién supo quién era el capellán cuando se presentó en la Conadep y le mostraron una foto. “Estoy dispuesto a declarar ante la Justicia cuantas veces sea necesario. No tengo miedo de hacerlo ni voy a pedir protección. Lo que tengo es preocupación”, asegura.
Sin miedo
María Mercedes Molina nació en la Brigada de Investigaciones platense en abril de 1977. Su mamá, Liliana Galarza, estudiante de arquitectura, está desaparecida. Cuando se enteró de que Von Wernich la había bautizado, sintió “mucho asco”. “Me da asco cada día de mi vida, es algo que me terminó de convencer de que yo no era parte de la Iglesia católica”, dice. En la ceremonia, según algunos testimonios, estuvieron Camps y el ex comisario Etchecolatz. A Mercedes sus abuelos lograron sacarla del centro clandestino y por su abuelo supo que el capellán “les mentía a los familiares, les decía que no hicieran ruido, que no preguntaran ni presentaran hábeas corpus, ya que se estaban exiliando y los podrían perjudicar. Mis abuelos eran creyentes y confiaban en Von Wernich, hacían todo lo que les decía.” Mercedes es querellante en el juicio que se hará contra el sacerdote y todo indica que tendrá que declarar. “La situación por la desaparición de López me tiene shockeada, reaviva la historia. Pero no tengo miedo. Empiezo a pensar que algo pasó, que se busca amedrentar, para que testigos y querellantes nos quedemos quietos”, analiza. “Espero que esto no frene los avances de la Justicia. Al terrorismo no se le puede responder replegándose”.
Irina Hauser
http://www.boletinargentino.com/index.php?p=909#more-909
No hay comentarios.:
Publicar un comentario