2007-01-08

LA DUDA

TEATRO

"La fuerza de una sospecha
"La duda" ("Doubt"), de John Patrick Shanley, versión de Masllorens y González del Pino. Con S. Pecoraro, F. Vena, M. Zanotta y S. Baylé. Escenografía: C. Rivas y M. Papanicolau. Director: C. Rivas. Teatro Liceo.

El Concilio Vaticano Segundo (Roma, 1962-65), promovido por el papa Juan XXIII, modificó profundamente la relación del clero con los fieles católicos. Entre otras cosas, promovió un mayor acercamiento entre esas dos alas de la iglesia militante, un movimiento visto con desconfianza y hasta rechazo liso y llano por los tradicionalistas. Estos son el tiempo (el presidente Kennedy acaba de ser asesinado en Dallas, noviembre de 1963) y el marco en que se desarrolla esta interesante pieza del norteamericano John Patrick Shanley, ganadora del Pulitzer y veintitantos premios más cuando su estreno en Broadway, en 2005.

Tradicionalista, severísima e intransigente, la madre Luisa, superiora de un convento con el anexo colegio de San Nicolás, en el barrio neoyorquino del Bronx, se enfrenta con el joven y progresista (en el mejor sentido del vocablo) padre Juan, párroco y capellán del establecimiento, cuya conducta campechana, desinhibida, irrita sobremanera a aquélla. A la monjita encargada del último grado de la primaria se le escapa (cabe suponer que sin mala intención y forzada por la superiora) un comentario sobre el particular afecto con que el padre Juan trata a Brian, de doce años de edad, el único alumno de raza negra, que por este motivo, y cierto amaneramiento, es víctima del maltrato de sus compañeros. Y también de su propio padre, según se sabrá después.

Como dice Don Basilio, el dudoso clérigo de "El barbero de Sevilla", "la calumnia es una brisa…" que termina en vendaval. Y el vendaval de ira, odio y convicción de ser única poseedora de la verdad, que desata aquel comentario en la madre Luisa, se descarga sobre el curita, a quien acusa -sin pruebas- de abusar sexualmente de Brian, denunciándolo ante el obispo. Hay un antecedente sospechoso: el chico bebió a escondidas del vino de misa, en la sacristía, pero fue visto por un bedel que lo denunció; intervino el padre Juan, quien mantuvo una conversación a solas y a puerta cerrada con el negrito, cuya conducta -según la monja infidente-, de vuelta en el aula, fue llamativa.

Esta serie de acontecimientos podría ser trivialmente casual, pero basta para encender la furia purificadora de sor Luisa, empeñada en proclamar la pedofilia del joven sacerdote. Tan sólo cuando éste ha sido trasladado, en su dura alma se insinúa la sombra de una duda: ¿y si no hubiera ocurrido lo que ella supone?

http://www.noticias.uol.com.ar/edicion_1546/seccion_teatro.htm

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