2007-04-22

LA MODA SOTANA DE BERGOGLIO, SI USTED "LOS CONOCE" NO LOS VOTA

El periodista Carlos Pagni, en su habitual columna de La Nación, escribe hoy una interesante artículo en la cual analiza el rol que está asumiendo el cardenal jorge Bergoglio en la compulsa electoral porteña.

* BERGOGLIO, EL LÍDER DE LA OPOSICIÓN

* EL EPISCOPADO CRITICARÍA AL GOBIERNO

Además de ser nombrado por varios como el "motor" del pacto entre Jorge Telerman y Elisa Carrió, logró reunir en un mismo acto al jefe de Gobierno y su competidor, Mauricio Macri, y aparece como un jugador estratégico en el armado antikirchnerista de la Capital.

El cardenal se metió en la campaña
Su gesto de ayer no parece casual y lo ven como el motor del pacto Telerman-Carrió Por Carlos Pagni, La Nación

Por Carlos Pagni

Es habitual que el cardenal Jorge Bergoglio haga trabajar a sus hermeneutas a destajo. En la Misa por la Educación de ayer recordó a los jóvenes que murieron en Cromagnon. Mencionó el gran dolor que inundó a la juventud y dijo: "No hemos llorado lo suficiente". La fórmula fue una repetición casi exacta de la que utilizó en la celebración de Corpus Christi de 2005 y que se interpretó como una imputación oblicua contra Aníbal Ibarra, por entonces jefe de gobierno y ausente en la ceremonia, como ayer.

Bergoglio habló como arzobispo de Buenos Aires. Es decir, como pastor católico de la ciudad en la que se produjo aquella tragedia. Pero sus críticos entenderán esta explicación como una coartada. La Capital será escenario de una pelea electoral muy ajustada, con un desenlace provisional el 3 de junio.

Uno de los protagonistas de esa campaña es Ibarra, cuyo apellido forma con Cromagnon la misma familia de palabras. El ex jefe de gobierno lidera una de las listas del Gobierno para la Legislatura porteña. La otra la preside Ginés González García, que, para espanto de la feligresía, se lanzó envuelto en la bandera de la despenalización del aborto.

Ibarra y González García irán a las urnas adheridos a la boleta de Daniel Filmus. Es el ministro de Educación y, por eso, el gran ausente de la misa de ayer. Se entiende: sus relaciones con Bergoglio quedaron suspendidas cuando la ley federal de educación cobijó, contra lo pactado con el Episcopado, un programa contra la discriminación de la mujer que incluye un reclamo para que el aborto no sea considerado delito. Si se sigue repasando la lista queda claro por qué el único oficialista que asistió ayer al templo fue Carlos Heller. Este banquero carece de agravios con el obispo, aunque no huele a incienso: es, como Filmus e Ibarra, otro miembro de la escuadra de ex comunistas que representan a Kirchner en el distrito, grupo al que, de manera cariñosa, llaman en la Casa Rosada "El circo de Moscú".

El pronunciamiento del prelado de ayer selló el destino del tedeum del próximo 25 de mayo: se realizará en Mendoza, sede de José Arancibia, a pesar de que la revolución fue porteña. El Presidente no está de ánimo para que nueve días antes de los comicios porteños le hagan recordar sus culpas en el reclinatorio.

Los agravios preexistentes y las desavenencias ideológicas de Bergoglio con los candidatos del Gobierno no justifican a quienes creen que la homilía de ayer sea vista como una intromisión en la lucha electoral que agita a la diócesis. Pero los que quieran verla así podrían auxiliarse en otro dato: los esfuerzos del arzobispo por configurar, en torno de Elisa Carrió, Jorge Telerman y Enrique Olivera, una oferta opositora exitosa.

La gravitación del cardenal sobre Carrió es inocultable. Lo mismo que su simpatía por Telerman, a quien, al poco tiempo de asumir como jefe de gobierno, visitó en su despacho. Olivera es un católico ferviente y pertenece a una familia de religiosos: su hermano Bernardo, sin ir más lejos, es el abad general de los trapenses en Roma. No debería sorprender que para Carrió esta urdimbre en torno de Bergoglio sea la mejor garantía de que su acuerdo con Telerman no degenerará en una adhesión transitiva a la Casa Rosada una vez consumada la disputa municipal. Quienes vieron a Carrió, Telerman y Olivera en la Catedral el 2 del actual, cuando se celebró la misa por los caídos en Malvinas, piensan así. Creen que el jefe de la Iglesia metropolitana no se limita a acercar a dirigentes con alguna comunidad de valores, sino que pretende reproducir en Buenos Aires el fenómeno de Misiones de octubre pasado.

Nadie describió con más simpatía el talento de los jesuitas para moverse en el terreno de las alusiones como Tomasi Di Lampedusa en El gatopardo , al retratar al capellán del príncipe de Salina. Bergoglio pertenece a esa escuela. Para él, la ambigüedad no tiene secretos. Es un problema para muchos de sus hermanos obispos, que disienten de la estrategia de distancia y frialdad del cardenal respecto del Gobierno. Ese debate tal vez se abra desde el lunes, cuando sesione por primera vez en el año la Asamblea Episcopal. Primero habrá un tradicional intercambio de ideas sobre la realidad nacional.

Acaso ese diálogo ya comenzó, a través de la prensa: el vicepresidente segundo de la Conferencia y obispo de Lomas de Zamora, Agustín Radrizzani, dijo ayer que la Comisión Ejecutiva del Episcopado, que encabeza Bergoglio, debería pedir una reunión con Kirchner. Agregó que la falta de diálogo daña a la Iglesia y a la administración.

Bergoglio ya fue presionado, en la última reunión de la asamblea, en noviembre pasado, para que reclamara una reunión con las autoridades. Ahora podría refutar a quienes lo aconsejan de ese modo. En diciembre solicitó audiencias al presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Balestrini, y al del Senado, Daniel Scioli. No tuvieron la delicadeza de contestarle. Ni siquiera Scioli, que dio tanta muestra de fervor religioso en el Vaticano.

"Yo no juego a las visitas" dice ahora el cardenal, desairado. Pero sus hermanos insisten y abren así un interrogante: ¿hasta qué punto la estrategia de Bergoglio es la de todo el Episcopado? Hay muchos obispos que aconsejan dar una respuesta más coloquial a la indiferencia o agresividad de Kirchner. Es cierto, ninguno de ellos es cardenal en un momento en que la Iglesia argentina cuenta con un solo prelado de esa jerarquía. Sin embargo, esos obispos son numerosos: Arancibia, Arancedo, Villalba y Casaretto son algunos. Con matices, ellos piensan que la Argentina no está sometida a la dictadura del polaco Jaruzelsky y que no hay necesidad de prestar los templos para organizar a la oposición. Al menos todavía.

A estas voces críticas Bergoglio les podría responder que su acción no excede lo pastoral, que está lejos de postularse a un cargo electivo y que, en todo caso, puede impulsar la acción que considere más prudente en su arquidiócesis.

Podrían responderle que, a pesar de que no lo sea, su figura es vista como la del jefe de la Iglesia. Y que Carrió tal vez esté destinada en octubre a ser la principal rival de algún Kirchner. Los alineamientos municipales se proyectarían, entonces, sobre los nacionales. Por eso los obispos que tienen reparos hacia la estrategia de Bergoglio temen caer, víctimas de un malentendido, derrotados.

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