El llamado a la paz del padre Norris :"levantar el escudo de la fe con el que se pueden extinguir las flechas flamígeras del mal"
El padre Norris leyó un pasaje de la Biblia en el que llamó a "levantar el escudo de la fe con el que se pueden extinguir las flechas flamígeras del mal" y después rezó: "Dios todopoderoso, inspira y guía a estos hombres para que siempre podamos desear y defender lo que es justo".
El amigo británico
Los isleños que asistieron se desplegaban por las veredas como si alguien les hubiera dicho la baldosa justa donde debían pararse. Entre la gente se veía el ex combatiente argentino Mario Núñez. Y su nuevo amigo Gary Clement, un veterano británico a quien había conocido anteayer en el avión, estaba firme con sus medallas en la solapa.
Como decía el programa oficial del acto, la fila de veteranos locales llegó a las 14.20 al monumento, antecedidos por los jóvenes que integran hoy el cuerpo de voluntarios, ya algo más profesionales que hace 25 años gracias al dinero que pone el gobierno isleño. Incluso ahora los entrena un brigadier de la base militar de Mount Pleasant, la verdadera fuerza de defensa de las islas.
Hubo un aplauso en sordina, como casi todo aquí. El minuto de silencio se extendió para darle tiempo al gobernador Alan Huckle a subir la cuesta desde su residencia hasta el monumento. Iba con sus galas: el sombrero de plumas, el uniforme y la espada; los mismos que vestía su antecesor Hunt cuando se rindió, en 1982.
El padre católico Peter Norris y la reverenda anglicana Kathy Biles rezaron de cara al viento que hacía ondear la bandera británica detrás a sus espaldas.
"Honramos el coraje y la determinación de estos hombres que salieron a defender a las Falkland de la invasión y honramos el sacrificio de sus familias, que esperaron con incertidumbre por su regreso", leyó el padre Norris.
Los voluntarios lo escuchaban en posición de firmes. Casi ninguno de ellos llegó a combatir. El gobernador Hunt les ordenó rendirse el 2 de abril al mediodía.
"No sabíamos qué hacer"
Brian Summers, uno de ellos, recordaría así la imagen de ese día que recorrió el mundo y encendió la indignación en Gran Bretaña: "Nos tiraron al piso con la cara sobre la calle y podíamos oír los tanques acercarse. No sabíamos qué hacer: dejarse arrollar o saltar y ser ejecutado".
Pero todos sobrevivieron. Algunos volvieron a sus casas y otros terminaron bajo arresto domiciliario en la lejana Fox Bay, en la isla Gran Malvina.
El padre Norris leyó un pasaje de la Biblia en el que llamó a "levantar el escudo de la fe con el que se pueden extinguir las flechas flamígeras del mal" y después rezó: "Dios todopoderoso, inspira y guía a estos hombres para que siempre podamos desear y defender lo que es justo".
El himno y un aplauso final clausuraron todo lo que los isleños querían rever estos días sobre la guerra de 1982.
Las calles se vaciaron otra vez. Como único recuerdo incómodo quedaron unas pocas flores. Rojas, de plástico y pegadas al pavimento, para que el viento no las lleve tan pronto.
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