2007-04-04

Una destructiva superstición, bien argentina

04.04.2007
Una destructiva superstición, bien argentina
Marcelo A. Moreno

Hay que ponerle huevo!
—Y... ¡si no le metés pilas!
—La clave es la actitud.
—¡Dale! ¡Ponele buena onda!
Una reluciente superstición argentina, que se extiende cada vez más de las manos tan disímiles del fútbol, la new age y los libros de autoayuda, tiene a predicar que la pura voluntad es un pasaporte seguro para el éxito.
Se trata de una especie de concepción bilardista de la vida: si se tienen ganas, si uno se rompe el alma por un objetivo, aunque sea un bruto, indefectiblemente lo logra.
Según esta concepción propia del pensamiento mágico, las cosas suceden con sólo querer que ocurran; eso sí, querer con fuerza, con fé y convencimiento y con un entusiasta espíritu de sacrificio para que se produzcan.
Seguramente resulta difícil sino imposible lograr un objetivo si se lo busca con apatía, con neglicencia, con profundo escepticismo o con indiferencia. Pero esto no significa lo contrario: que si uno de le pone muchas ganas a una labor, ésta consiga patente de éxito.
Para irnos a los extremos: Miguel Angel no pintó la Capilla Sixtina munido únicamente de una gran obstinación; Napoleón no arrolló a los ejércitos de Europa sólo con ganas; el hombre no llegó a la Luna porque los técnicos de la NASA pusieron huevo.
Hace unos días le preguntaron a Yelena Isinbayeva, la bellísima rusa que es campeona mundial de salto con garrocha, qué la diferencia de sus competidoras. Desde luego, no se refirió a su tozudez en entrenarse sino a la calidad de su entrenamiento. Y después afirmó: "La diferencia es técnica. Incluso sin ser veloz en la carrera, incluso sin ser muy fuerte, puedes saltar alto. Yo siento que soy la más fuerte y rápida, pero la principal diferencia es la técnica".
La atleta llama técnica al saber. Y sin duda la civilización se construyó y se construye, día a día, mucho más con conocimiento articulado que con buena voluntad.
"Hay exaltados sin capacidad, y son ellos la gente verdaderamente peligrosa", escribió, en el siglo XVIII, el filósofo alemán Georg Christoph Lichtenberg.
Y el riesgo de ese voluntarismo acecha cotidianamente. La zonas más trágicas de la historia argentina no podrían explicarse sin este elemento tan candoroso como devastador.

http://www.clarin.com/diario/2007/04/04/sociedad/s-03610.htm

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